domingo, 18 de junio de 2017

Relato



Legado

Yo sé de dónde vienen las historias, fueron traídas por el viento. Con ellas, también vinieron los mitos y las leyendas. Sopladas por Aquilón, las trajeron las corrientes boreales.

Cuentan que hace miles de años, en unas tierras lejanas, en el norte quizás, vivían unas gentes que no poseían método de escritura alguno. Narraban sus historias con la voz. Cual instrumentos de viento, sus bocas soplaban las historias. Ellos fueron los maestros creadores de las primeras leyendas que conforman nuestro mundo y que hacen que se mueva y viva. Como una rueda de tiempo, las historias lo mueven igual que el viento mueve los molinos.

Este pueblo septentrional viajaba alrededor de todo el globo transportando sus historias como remolinos de aire. Y estas llegaban a distintas tierras, cuyas gentes quedaban maravilladas ante tales narraciones. Por lo que la rueda de tiempo siguió girando, y las historias siguieron extendiéndose por todo el mundo.

Las historias volaron, como vuelan las hojas de los árboles, como se desliza la arena de las dunas cuando sopla la brisa.

Poco a poco, las gentes de estas nuevas tierras fueron haciendo suyos estos mitos y leyendas traídas de lejos. Juglares, cuentacuentos, trovadores…  todo tipo de artistas ambulantes transportaban con ellos estas narraciones extraordinarias de un lado a otro y las hacían volar por los lugares más insospechados.

Pero siempre han existido hombres malvados. Ellos intentaron acabar con este vendaval de historias. Historias mágicas que hacían libres y felices a quienes las poseían. Y los contadores de historias fueron perseguidos, y las historias que habían sido trasladadas al papel fueron quemadas.

Hubo un tiempo en el que se temió más a los juglares que a los magos. Pues a los acusados de brujería pudieron quemarlos y acabar con ellos. Pero cuando una historia ha sido liberada, es imposible atraparla de nuevo. Al igual que es imposible atrapar el aire.

Y esas historias siguieron llegando a distintos rincones del mundo. Como un tifón imparable. Porque al igual que siempre han existido los hombres malos, también han existido personas bondadosas que llevaron con ellas las historias.

Generación tras generación, la humanidad ha ido contando historias a sus descendientes. Año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio…

Esta es la herencia que hemos recibido de nuestros antepasados. Por eso debemos continuar la cadena, no dejar que se rompa el hilo. Evitar que la rueda deje de girar. Debemos seguir creando historias y, sobre todo, nunca debemos dejar de contarlas.








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